Para muchas personas este es un tópico difícil y controversial. Sabemos que se han cambiado las leyes relacionadas con el sistema de los sacrificios, del sacerdocio y del tabernáculo terrenal. La cuestión es, ¿debemos incluir las leyes sobre lo puro y lo impuro a fin de apoyar esta creencia entre las que se han cambiado? Un versículo que se usa con frecuencia para defender esta creencia es Rom. 14:14: "Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Yeshua, que nada hay inmundo en sí; pero para aquel que estima que algo es inmundo, para él sí lo es." La palabra traducida "inmundo" se traduce, de modo más apropiado, como "común" según aparece normalmente en el margen de la mayoría de las Biblias. "Común" se refiere a algo que originalmente fue limpio, pero que por algún motivo se corrompió, como puede ser el caso del cordero que "murió por sí solo." Además, el contexto de Romanos 14 se refiere a comer carnes, que un hermano más débil debiera considerar común, en contraste con el vegetarianismo.
Para entender la verdad de este asunto, respecto a las leyes relacionadas con lo limpio y lo inmundo, primero es preciso que comprendamos por qué Yahwéh dio estas leyes a Israel. Lev. 15:31 dice: "Así mantendréis a los hijos de Israel apartados de sus impurezas, para que no mueran en sus impurezas, por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos." Una lectura superficial de este versículo puede dar pie a creer que, debido a que ya no existe el tabernáculo terrenal que se pueda profanar, ya no hay necesidad de que las personas sepan cuándo están impuras, pero ¿por qué era necesario mantener el tabernáculo sin profanar? Porque Yahwéh Todopoderoso moraba en él. El tabernáculo era santo debido a que la presencia de Yahwéh se encontraba en su interior. De hecho, la parte del tabernáculo en la que se encontraba el Arca del Pacto (sobre la que se sentaba la presencia de Yahwéh) se llamaba el "lugar santísimo." El tabernáculo, sin la presencia de Yahwéh, no era más que una tienda de campaña como cualquier otra. El terreno junto a la zarza ardiente era como cualquier otro, hasta que la presencia de Yahwéh hizo que fuese santo, a pesar de que había estado lleno de piedras y de tierra que era preciso respetar quitándole las sandalias.
Yahwéh no mora ya entre Su pueblo en un tabernáculo terrenal, sino que ha optado por morar en el interior de Su pueblo y sus cuerpos son Su tabernáculo. 1ª Cor. 3:16, 17 dice: "¿No sabéis que sois templo de Yahwéh y que el Espíritu de Yahwéh mora en vosotros? Si alguien destruye el templo de Yahwéh, Yahwéh le destruirá a él; porque santo es el templo de Yahwéh, el cual sois vosotros."
Ahora bien, podríamos preguntar ¿cómo puede alguien profanar el templo de Yahwéh o su propio cuerpo? 1ª Cor. 6:15-20 nos enseña que debemos de glorificar a Yahwéh en nuestros cuerpos y que una manera de disminuir esa gloria, de profanar nuestros cuerpos y de hacer que sean impuros es uniéndonos a una prostituta. Lev. 21:6, 7 hizo esta misma advertencia a los sacerdotes, los hijos de Aaron. ¿Acaso no somos "real sacerdocio" y una "nación santa" (1ª Ped. 2:9)? De la misma manera que los hijos de Aaron se contaminarían y se volverían impuros uniéndose a una prostituta, sucede hoy con los creyentes. De hecho, hay varios mandamientos que da Yahwéh, a los sacerdotes respecto a las diversas maneras de contaminarse, y para evitarlas Su Real Sacerdocio debe seguir siendo obedeciente.
Cuando algo santo (como pueda ser un creyente) entra en contacto con algo inmundo (como pueda ser un cadáver) se vuelve profano. Por lo tanto, el tener un pleno conocimiento de lo que es inmundo es el primer paso que hay que dar a fin de evitar que la persona se contamine. El Mesías dejó claro que los cadáveres de los hombres y el contenido de los sepulcros fuese inmundo (Mat. 23:27) de modo, que en conformidad con lo que dice en Lev. 21:1; Núm. 9:10 y Núm. 19:11, no debemos tocar cadáveres. Si tocamos un cadáver durante un período de siete días de la Pascua no debemos observar ese día hasta el mes siguiente.
Una cosa que muy bien podríamos preguntar es cómo se vuelve a limpiar una persona que ha hecho esto. ¿Tiene acaso que rociarse con las cenizas de una vaquilla roja, etc. etc., como se dice en Números 19? Heb. 9:13, 14 deja claro que la sangre de Yeshua limpia lo inmundo, reemplazando a la vaquilla. Sin embargo, de la misma manera que no eliminamos las Fiestas porque Yeshua reemplazó los sacrificios en esos días, tampoco debemos de ir por ahí, tocando cadáveres por el hecho de que Yeshua haya reemplazado a la vaquilla.
Lev. 17:15, 16 y Deut. 14:21 nos enseñan que el creyente no debe comer un animal que haya muerto por sí mismo o que haya matado otro animal. Si lo hace se vuelve inmundo hasta que se pone el sol. En este caso, los motivos sanitarios son evidente. El riesgo de comer carne enferma o carne con sangre es muy elevado y no hay duda de que el mandamiento de abstenerse de comer sangre sigue vigente para los creyentes actuales (Lev. 17:10; hechos 15:20), pero ¿qué sucede con la necesidad de lavar la ropa y la carne después de haber comido semejante animal? Lev. 17:16 sugiere que el lavar es para eliminar la iniquidad o el pecado que se produjo por haber quebrantado la Ley de Yahwéh. Esta clase de lavado para conseguir la purificación del pecado se explica en Heb. 9:6-14. El versículo 10 habla acerca de "diversos lavamientos" para purificar la carne, pero sin embargo, el versículo 14 nos enseña que la sangre del Mesías realiza esta limpieza mucho mejor de lo que pueda hacerlo el agua. ¿Quiere esto decir que ya no tenemos que lavarnos si tocamos un cadáver o si tenemos una emisión nocturna o si las mujeres están con la menstruación? ¡Claro que no! Significa que no tenemos que preocuparnos por lavamientos que tenían un carácter simbólico y cuyo fin era eliminar nuestros pecados. La palabra para "lavamientos" en Heb. 9:10 es "baptismos", que es el mismo término que significa bautismo o inmersión. Cuando nos sumergimos en el agua, en la muerte y resurrección de Yeshua quedamos espiritualmente limpios.
Compare el lector la impureza que es el resultado de Lev. 17:15 con la que se produce en Lev. 15:16-18 y Deut. 23:9-14. La inmundicia que se menciona aquí no es el resultado del pecado ni de la desobediencia a las leyes de Yahwéh, sino de una inmundicia inherente en el semen humano y excreción que resulta repugnante a Yahwéh. Puede que para nosotros no sea repugnante y que no entendamos por qué le produce rechazo a Yahwéh, pero el hecho es que le produce rechazo y que debe lavarse si nos contamina. Una clase de inmundicia es el resultado del pecado y la otra de haber tocado algo inherentemente impuro a la vista de Yahwéh. No es preciso lavar la una con agua, pero la segunda sí que es preciso limpiarla con agua.
Tal vez la inmundicia más repugnante a la vista de Yahwéh tiene que ver con la de la mujer que tiene el período. Eze. 18:5 y 36:17 nos da una idea de los sentimientos de Yahwéh al respecto. De hecho, el mantener relaciones sexuales con una mujer que tiene la menstruación representaba la muerte para los dos, tanto de la mujer como del hombre (Lev. 20:18). Yahwéh hizo que Israel se andase con sumo cuidado en todo lo relacionado con la sangre. Por lo tanto, se consideraba inmunda a la mujer con la menstruación, no se la podía tocar y cualquier cosa sobre la que se tumbase y se sentase era inmunda. Si alguien tocaba algo que había quedado inmundo por causa de ella esa persona también se volvía inmunda. (Lev. 15:19-24). Esta inmundicia no era el resultado de un pecado cometido a propósito o por ignorancia y, por ello, no era preciso lavarse para limpiar el pecado.
Mas adelante, en este mismo capítulo, hablo acerca de una mujer que estaba sangrando fuera de los siete días normales de la menstruación. Esa mujer sería considerada continuamente inmunda hasta que dejase de sangrar e incluso entonces seguiría inmunda durante siete días más. Fíjese en que siete días después de haber dejado de sangrar quedaba limpia. Por lo tanto, las ofrendas de los versículos 29 y 30, no eran para conseguir la limpieza por causa de la impureza, ya que la mujer había sido declarada limpia antes de hacer sus ofrendas. Aunque no es preciso hacer expiación en el caso de una mujer así, a pesar de ello sigue estando impura y no se la debe tocar hasta que se hayan completado los días de su separación.
En Lev. 12 encontramos diferentes circunstancias respecto al hecho de dar a luz. La mujer permanece impura durante 40 días en el caso del nacimiento de un varón y 80 en el caso de una hija. Hay muchos libros de medicina que sugieren que la mujer no debe tener relaciones sexuales hasta que no hayan transcurrido seis semanas del momento del nacimiento. No cabe duda de que, en lo que a este mandamiento se refiere, están en juego consideraciones de salud y un hombre sensato lo tendrá en cuenta. En lo que se refiere a las ofrendas, han sido satisfechas por Yeshua. La mujer quedaba limpia al cumplir los días de su purificación, ya se tratase de los 40 o de los 80 días.
Yahwéh requería la más absoluta pureza de los israelitas y no permitía que se presentasen delante de El siendo impuros por respeto a Su santidad. Debemos ser conscientes de que Yahwéh estaba enseñando a Su pueblo a vivir ante Su presencia como sacerdotes dedicados a Su servicio (Exo. 19:6) y que estas normas de limpieza personal y de pureza no resultan demasiado difíciles ni pesadas ni siquiera para Sus actuales sacerdotes.
2ª Cor. 12:21 nos informa que muchos corintios eran culpables de "inmundicia" y, por ello, el apóstol Pablo les exhorta en 2ª Cor. 7:1 diciendo: "limpiémonos de toda impureza de cuerpo y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Yahwéh."
En el capítulo 5:3-5 de Efesios se hace una exhortación semejante, diciendo: "Pero la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia no se nombren más entre vosotros, como corresponde a santos; ni tampoco la conducta indecente, ni tonterías ni bromas groseras, cosas que no son apropiadas; sino más bien, acciones de gracias. Porque esto lo sabéis muy bien: que ningún inmoral ni impuro ni avaro, el cual es idolatra, tiene herencia en el reino del Mesías en Yahwéh." (Ver también Apoc. 21:8, 27; 22:11).
En Gal. 5:19 la impureza también se incluye entre "las obras de la carne". Por lo tanto, está perfectamente claro que es preciso que los creyentes mantengan un elevado nivel de limpieza física, moral y espiritual. Sin embargo, debemos de enfatizar de manera especial la limpieza espiritual, a la luz de lo que dijo Yeshua en Mar. 7:15: "No hay nada fuera del hombre que por entrar en él pueda contaminar. Pero lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre." Basándonos en el contexto en que se dicen estas palabras, entendemos que lo que quiere decir es que el comer los alimentos con las manos sucias no contamina al hombre, pero, sin duda, el tomar estos alimentos sí que le contamina. El decir que este versículo significa que es imposible contaminarse por causa de lo que procede del exterior no tiene su base en lo que se dice en 1ª Cor. 3:16, 17 y 6:15-19.
Sin embargo, el enfatizar más la limpieza espiritual no quiere decir que debamos de conceder poca importancia o ninguna a la limpieza física. El abstenerse de alimentos impuros, el no tocar a los cadáveres y el no tener relaciones sexuales con una mujer que tiene la menstruación son todas formas de mantener la limpieza física. Y si tenemos en cuenta que los caminos de Yahwéh están muy por encima de los del hombre, no deberíamos intentar restar la importancia espiritual que tienen estas cosas, sino obedecer y no tocar aquellas cosas que son impuras.
Eze. 44:23 se incluye entre los versículos que pueden aplicarse al reino milenario, durante el cual los sacerdotes de Yahwéh (los verdaderos creyentes de nuestros días) podrán discernir entre lo que es impuro y lo que es limpio. Así que sigamos las advertencias de las Escrituras, que se encuentran en la santa ley de Yahwéh, "para hacer diferencia entre lo santo y lo profano, entre lo impuro y lo puro." (Lev. 10:10) Y tengamos un corazón como el que tuvo Daniel, acerca del cual está escrito: "Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse..."